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Los problemas o las dificultades que podemos encontrar a nivel social no siempre tienen que verse como algo negativo o desventaja. Pueden suponer un giro a un estilo de vida y un estilo social y, por tanto, una oportunidad de mejora. Pensar que estos problemas pasarán, que se solucionarán o que nos los deben solucionar es adoptar una postura cómoda y no querer implicarse. Que esta situación esté provocada o no por otros no significa que tengamos que esperar ni que solamente debamos exigir una solución o una respuesta. Como miembros de la sociedad y parte implicada de esta crisis somos responsables de aportar esas mejoras, especialmente nosotros que, además de aportar nuestra actitud, podemos lograr, como padres, aportar futuros miembros de una sociedad cambiante.

Ahora más que nunca es importante plantearnos un proyecto educativo claro para nuestros hijos. No solamente debemos pensar qué nos gustaría que aprendieran, un instrumento, idiomas… Lo fundamental es plantearnos cómo queremos que sean como personas y esforzarnos, de manera prioritaria, por transmitirles aquellos valores que les ayuden a desenvolverse en la vida, a crecer, a aportar a la sociedad y, con todo ello, a ser felices. Este último punto seguro que es el objetivo que todos los padres tenemos para nuestros hijos. ¿Quién no quiere que sus hijos sean felices? La diferencia está en que no siempre prestamos atención al modo en que pueden llegar a ser felices.

Lo primero que debemos transmitir a nuestros hijos es enseñarles a no ser egoístas. Antes de luchar solo por sí mismos deben descubrir la satisfacción que produce el pensar en los demás, hacer algo por los demás y pensar en lo que aportamos o lo que cada uno de nosotros somos capaces de aportar a la sociedad. Se ha luchado mucho en los últimos años por una superación personal, por lograr muchas situaciones de éxitos individuales sin importar lo que eso implicaba sobre los otros o el modo en el que se podían conseguir esos éxitos. Sin embargo, el ser humano es un ser social por naturaleza y pensar que íbamos a ser felices con todos los éxitos individuales sin necesidad de los demás, era un pensamiento erróneo cuyas consecuencias se están viviendo ahora. Hoy en día hay muchas personas con grandes éxitos y triunfos individuales que se sienten ahora solos y no son capaces, de modo individual, de salir adelante de esta crisis tanto emocional como económica o material.

Educarles en la generosidad no es difícil, enseñándoles a tener capacidad de pensar en los demás y alejarles, en cierto modo, de ese egoísmo innato que desde pequeños podemos tener. Se puede educar en esta línea haciéndoles conscientes en todo momento de que están rodeados de personas que les quieren y otras personas a las que pueden ayudar, enseñándoles a preguntar a los demás qué tal están, si necesitan ayuda, a preocuparse por cómo se encuentran sus amigos, cómo les han ido sus exámenes, a tener presente a sus familiares, acordarse de ellos en sus días especiales… Estos pequeños hábitos se pueden trabajar desde que son muy pequeños, inicialmente dentro de la familia, con los padres y hermanos, posteriormente con otros seres cercanos, tíos, primos y amigos o compañeros de cole, hasta que finalmente lleguen a ser capaces de trasladar estos hábitos a la sociedad, a personas que no conocen pero que tengan cierto interés sobre ellos o tengan capacidad de pensar en ellos o ayudarles.

En paralelo a estos aprendizajes es importante también potenciar valores individuales de superación intrínseca que les darán fuerza para crecer y hacer una sociedad fuerte. Algunos de estos valores pueden ser:

  • Capacidad de esfuerzo: Saber esforzarse aunque no se encuentre una recompensa inmediata o aunque esta recompensa no sea la esperada. No rendirse a la primera.
  • Constancia: Deberán aprender que todo lo que consigan en la vida supondrá un intento día a día y de manera continuada. Debemos hacerles huir de mostrar interés solo por aquello que consiguen respuesta o compensación inmediata, sobre todo porque la vida no es eso. Si están acostumbrados a intentarlo todos los días, antes o después lo lograrán. Por esto, no solamente hay que hacerles capaces sino prepararles para ser constantes. Capacidad sin constancia no sirve para mucho.
  • Humildad: Para todos los padres sus hijos son los mejores y educarles utilizando el refuerzo positivo como herramienta tiene consecuencias realmente satisfactorias. El que aprendan a hacer las cosas bien porque a nosotros nos gustan les hará grandes pero no por eso serán los mejores. Cometerán errores que deben saber aceptar y reconocer de forma humilde y vivir con ello, no responsabilizar a los demás de esos errores o tratar de ocultaros para que los demás los perciban empeorando de este modo la situación y culpabilizando a los demás de cargas que no les correspondan.
  • Tolerancia a la frustración: Desde muy pequeños tienen que aprender que no todo lo van a poder conseguir o que habrá cosas por las que se esfuercen mucho y no van a lograr lo que pretendían. Deben saber que no por eso van a dejar de ser felices, no va a pasar nada porque no lo logren y no conseguirlo puede hacerles fuertes. Por esta situaciones deben pasar desde que son muy pequeños y nosotros, padres, no debemos evitar que pasen por ello. Sobreprotegerles en estos aspectos les lleva a hacerles débiles e inseguros.

Podemos pensar que cada uno de nosotros no podemos cambiar la sociedad pero la sociedad está compuesta por todos nosotros, si cada uno luchamos por educar a nuestros hijos en la misma línea todos lograremos que la sociedad dé el mismo giro.

María Campo
Eduka&Nature